viernes, 23 de abril de 2021

Friedrich Gottlieb Klopstock - Odas: "A Fanny" (1748) y "La fiesta de la primavera" (1759)

(Friedrich Gottlieb Klopstock, 1724-1803)

A Fanny (1)
Cuando algún día me sorprenda la muerte, cuando mis huesos en el polvo
se hundan, cuando vosotros, mis ojos –desde hace tanto
arrojados a la tumba sobre el destino de mi vida,
y ahora deshechos en lágrimas
 
oren allí silenciosamente– no volverán a mirar hacia lo alto,
donde está el futuro; mi pretérita fama
–fruto de la fuerza de mi juventud
y de mi amor por el Mesías–
 
ahora se ha disipado, o sólo por algunos
en este mundo es conservada:
entonces cuando también tú, mi Fanny,
hayas muerto y la alegre y tranquila sonrisa
 
de tus ojos y su animada mirada se hayan igualmente extinguido;
y tú, desconocida por la muchedumbre,
a pesar de que toda tu vida
esté repleta de excelsos actos
 
dignos de fama póstuma en una inmortal canción…
¡Ah, entonces –si has sido tan dichosa
como yo lo he sido amando– no dejes que el orgullo
prevalezca sobre la nobleza!
 
¡Así llegará el día en que vuelva a despertar!
¡Así llegará el día en que vuelvas a despertar!
Entonces ninguna fatalidad podrá separar las almas
que la naturaleza destinó a ser una.
 
Dios ponderará así felicidad y virtud por partes iguales
en la balanza que sostiene en su mano soberana,
y lo que en el tumulto de las cosas parece discordante
se mostrará en eterna armonía.
 
Allí donde te erijas jovialmente
acudiré presto hacia ti. Que yo no vague errante
hasta que algún serafín me conduzca directamente
a tu presencia inmortal.
 
Vosotros, hermanos, me recibiréis
con un fraternal abrazo. ¡Mis ojos se llenarán de lágrimas,
lágrimas de alegría por estar junto a ti,
llamarte por tu nombre
 
y poder abrazarte! Entonces, ¡oh inmortalidad!,
nos pertenecerás por entero. ¡Ven, que la canción ya no suena!
¡Venid, placeres indeciblemente dulces!
Tan indecibles como lo es ahora mi dolor.
 
Igual que el río, discurres, ¡oh vida! Se aproxima
la hora en la que nos encontremos bajo el ciprés.
Y todos vosotros, bendecid melancólicamente el amor.
De súbito, ¡nubes y oscuridad!

(1) traducción literaria de Carlos Javier González Serrano, inédita en español.


LA FIESTA DE LA PRIMAVERA

 ¡No quiero lanzarme al océano

que abraza los cuerpos celestes todos!
¡No elevarme hasta donde los primeros que fueron creados,
los coros jubilosos de los hijos de la luz,
adoran, adoran con profundo fervor,
y pasan su existencia embargados en el éxtasis!
Sólo quiero flotar
y adorar,
en derredor de la gota del cubo,
en derredor de la tierra.
¡Aleluya! ¡Aleluya!!
¡También la gota del cubo
fluyó de la mano del Todopoderoso!
Cuando de la mano del Todopoderoso
Surgieron las Tierras más grandes,
Cuando los torrentes de luz
surcaron, veloces, el espacio, y se convirtieron en Oriones:
¡Entonces fue cuando la diminuta gota
Salió de la mano del Todopoderoso!
¿Quiénes son los miles y miles,
los centenares de miles de miríadas
Que pueblan la gota?
¿Y los que la poblaron?
¿Quién soy yo?
¡Aleluya al Creador!
¡Más veces que cuantos planetas hay que por él surgieron!
¡Más veces que Oriones hay,
Surgidos al confluir y fundirse los rayos de la luz!
Pero tú, luciérnaga primaveral
que juegas a mi lado,
dorada y verdosa:
¡Tú vives
Y quizás. no eres
Ay, inmortal!
He salido a fuera
A adorar,
¿y lloro?
Perdónale, perdónale a este ser finito
También estos sus sueños,
¡Oh tú, que siempre serás!.
Tú desvanecerás
Todas mis dudas
¡Oh tú, que me guiarás
Por el obscuro valle de la muerte!
Será entonces cuando lo sepa:
¿Tenía alma
la dorada luciérnaga?
Si tú, luciérnaga,
Sólo eras polvo moldeado,
¡entonces vuelve a convertirte de nuevo
En polvo volátil
O en lo que quiera el Eterno!


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